miércoles, 18 de junio de 2008

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No me diga, doctor, lo que me pasa.
No es que padezca hipocondría.
Sucede que sé bien qué me sucede.
No es que fume mucho y duerma poco.
No es que sea un crápula y suicida.
Escuche bien, no es mi niñez mala,
ni que amara a mi tutora con diez años
(y ella, claro, no me amara).
No es que los periódicos enfrenten
a los hombres y mujeres de oriente y occidente.
No es mi complejo de altura,
ni que la poesía me putee de continuo.
No es que ya no estén mis padres,
ni que no me busquen mis hermanos.
Doctor, escúcheme, lo que me pasa
es que nací mortal. Y, como todos los hombres
y mujeres de oriente y de occidente,
no me creo que una piedra contra mi cráneo
cuando ría yo esta noche
en brazos de una mujer,
bajo el rayo de luna o en un Starbucks
mecido por las olas de una cerveza,
me parta la vida y mi cerebro sea
menos valioso que un rosario de piedras.

3 comentarios:

yo, la reina roja dijo...

Nadie está preparado para morir.

(Me ha gustado mucho el texto.)

Anónimo dijo...

la muerte no es más que la vida de resaca vital. Pero no nos enseñan a vivir con ello

saludos

Jara dijo...

Muy bueno...












no dejes morir a tus palabras.